EL CONFLICTO DE 1912: INDUSTRIALES CONTRA EL RESTO DE LAS ESPECIALIDADES CIVILES
Por Real Decreto del 23 de Marzo de 1911 se creó el Cuerpo Nacional de Ingenieros Industriales. El Real Decreto consta de 11 artículos, entre los que destacamos los siguientes:
Artículo 1º. Bajo la dependencia del Ministro de Fomento y del Director General de Comercio, Industria y Trabajo, se crea el Cuerpo nacional de Ingenieros Industriales, destinado a cooperar á la acción y funciones del Estado en cuantos asuntos y trabajos se hallen confiados por las leyes y disposiciones gubernativas al Ministerio de Fomento, que radiquen en la Dirección citada, y que por su carácter correspondan á Ingenieros de aquella especialidad.
Artículo 2º. El Cuerpo de Ingenieros Industriales se encargará de los cometidos técnico- industrial confiados á la Dirección General de Comercio, Industria y Trabajo, sin perjuicio de los funcionarios que desempeñan actualmente los existentes, quienes serán respetados en sus cargos. Estos, á medida que vayan quedando vacantes, serán confiados al nuevo Cuerpo.
Artículo 3º. Los Ingenieros mecánicos que presten sus servicios en las Divisiones de ferrocarriles, formarán parte integrante del Cuerpo de Ingenieros industriales, pero dependerán exclusivamente de la Dirección General de Obras Públicas, ínterin se hallen afectos á las citadas Divisiones…
Un año después, en 1912, aparecía en la Revista de Obras Públicas el dictamen que emitió la Asociación Nacional de Ingenieros de Caminos a raíz del Decreto antes aludido. Dentro del dictamen se puede leer los siguiente:
“Es un hecho que la Administración pública…ha tenido á bien disponer la creación de un Cuerpo de esta especialidad, dictando y publicando el Real Decreto de 23 de Marzo de 1911, decreto que en su parte más sustancial no ha tenido eficacia hasta ahora, entre otras razones, por falta de los créditos necesarios consignados en los presupuestos generales del Estado…
Nosotros, como los demás Ingenieros procedentes de las otras Escuelas especiales creadas y sostenidas por el Estado, somos Ingenieros industriales, cada uno con la especialización que se deduce de su título, de las enseñanzas que el Estado nos da y de las funciones que nos encomienda; los que de un modo demasiado genérico se llaman industriales en todo caso podrán considerarse especializados en el crecidísimo número de industrias manufactureras y de trasformación de sustancias, en cuanto no son objeto de especial estudio para otros ingenieros.
Todos los ingenieros procedentes de todas las Escuelas especiales del Estado poseemos, además de los conocimientos precisos de preparación científica, los de preparación técnica y de especialización, ampliamente suficientes para las aplicaciones propias de nuestras respectivas profesiones; incluyendo desde luego cuanto se refiere á mecanismos, generadores, motores, transformadores y máquinas operadoras. De esta manera en nuestros cometidos respectivos, no nos es indispensable el concurso de ningún otro técnico.
Además de que está en facultades del Estado modificar lo actual, es indudable que puede crear nuevas enseñanzas técnicas y organizar nuevos Cuerpos facultativos; y, por tanto, no cabe atribuir á nadie competencias de carácter general indeterminado, y sí sólo aquellas bien definidas que se deducen de las enseñanzas que á cada uno da y de las funciones que á cada uno confía el Estado en relación y como consecuencia de aquellas enseñanzas.
Cada Cuerpo facultativo conviene que dependa exclusivamente de un solo Centro directivo, como hasta ahora ocurre, por más que los individuos puedan pasar en Comisión á prestar sus servicios en otras Direcciones Generales del Ministerio de Fomento y aun de otros Ministerios.”
A continuación del dictamen, la Asociación de Ingenieros de Caminos propone unas bases “para que sirvan de informe en contestación á la consulta del Excmo. Sr. Ministro de Fomento”. En ellas los ingenieros de Caminos exponen las funciones que según ellos son las que deben desempeñar los Ingenieros Industriales. No las reproducimos porque se hace referencia a ellas en el debate que tuvo lugar en el Parlamento, y que viene a continuación.
El tema de los Industriales llegó al Parlamento como podemos comprobar a continuación. En aquella sesión, el señor Igual critica ante el Ministro de Fomento (Sr. Villanueva) las bases que proponía la Asociación de Ingenieros de Caminos:
“La primera cosa que permiten al Sr. Ministro de Fomento que nos conceda, y digo que le permiten porque su dictamen está redactado en este tono, es “la inspección técnica de cuantas industrias deben estar sometidas a nuestra carrera, si por las leyes o disposiciones reglamentarias no se encuentra confiada esta inspección á otros Cuerpos facultativos”.
Segunda cosa que se nos otorga: “Las inspecciones de motores generadores y líneas de transporte de energía, en cuanto no estén confiadas á otros Cuerpos facultativos.”
Tercera y última concesión que se nos hace: “La inspección relativa al material de transportes por navegación marítima y navegación aérea y servicios de esta índole que puedan crearse”. Esto es todo lo que hemos sacado en limpio: la marítima, en la cual no hemos de ejercer ninguna inspección, y la aérea, en la cual reconocerá el señor Ministro que, hoy por hoy, tenemos muy poco que hacer.
Lo que pasa y hay que lamentar es que otros Cuerpos, sin atribuciones para ello, están hoy ejercitando indebidamente la inspección de industrias. Lo que piden los ingenieros industriales, y con ellos todos los representantes e interesados de la industria española, es que esta inspección de la industria…esté reservada y sea de exclusiva competencia de los ingenieros industriales…De lo contrario, que se declare libre la industria; que se pueda construir una carretera, un puente o un fábrica sin la inspección del Estado. Si se declara la industria libre, nosotros somos los primeros en aceptarlo.”
A esta declaración objeta el Sr. Suárez Inclán:
“¿Qué entiende S.S. por industria?. Porque industria es todo, y de admitir su doctrina, resulta que no podría haber más Cuerpo técnico en España que el de ingenieros industriales.”
Continúa el Sr. Igual pidiendo al Ministro que medite con detenimiento el asunto para acabar cuanto antes con esta situación… porque pasa el haber renunciado a examinarse, no los alumnos, sino aquellos aspirantes que habían firmado las matrículas para solicitar el ingreso en la carrera. Todos ellos, al convencerse de que la carrera no ofrecía ninguna garantía de aprovechamiento, han renunciado a ingresar en la Escuela.
El Ministro coincide con el Sr. Igual en la pobreza de las atribuciones de los industriales, pero a la vez reprocha su actitud “…porque algo más me parece que han pecado los ingenieros industriales, y sobre todo los alumnos y sus profesores, declarándose en huelga completamente inmotivada, con la cual han saludado á dos Ministros que venían al Gobierno sin antecedente alguno que pudiera justificar una determinación de esa naturaleza.” (El Sr. Igual responde: No hay huelga.) ¿Cómo no, si no asisten a clase?. (El Sr. Igual: Es dejación de estudios.)”...además, crea S.S. que este ejemplo que se da, sobre todo tratándose de una profesión que tiene a su cargo después, en el desarrollo de la vida, masas obreras, no es un ejemplo muy bueno; porque podrían imitarle aquellos que tienen debajo, y no es bueno decirles desde aquí, como se les ha dicho, que ese santo derecho de insurrección o de sublevación ó de resistencia se ejercita en casos determinados como éste; porque no hablaría de otro modo el Sr. D. Pablo Iglesias de todas las huelgas de los obreros.” (El Sr. Igual: Ya hablaremos). “No, yo no quiero hablar; si cito esto es porque tengo que defender la posición en que me encuentro y explicar al Sr. Igual y á los demás Sres. Diputados que es necesario tener indulgencia y moderación y no sacar las cosas de quicio.”
El señor Igual responde:
“Mis compañeros no pretenden más que eso: la declaración de un decreto justo y racional, como es que en la Industria española la parte inspectora del Estado sea desempeñada por aquellos á quienes el Estado da este título de aptitud, y no por otros Cuerpos á los cuales ni su título ni sus estudios les reconoce la aptitud debida. Porque se da el caso de que, por ejemplo, una caldera construida é instalada por ingenieros industriales, no puede ponerse en actividad sin la inspección y el dictamen de otro Cuerpo de ingenieros; se da el caso de que un salto de agua proyectado y construido por un ingeniero industrial, no lo podamos poner en ejercicio si otro ingeniero de otra especialidad no lo inspecciona (cobrando más del doble de lo que cobra el ingeniero que lo ha proyectado), esto y otras muchísimas humillaciones más…”
“En cuanto a la actitud de huelga en que se encuentran los alumnos, á mi me sorprende que el Sr. Ministro de Fomento haya repetido esto hoy. ¿Pero es que los alumnos están insurreccionados? ¿Es que alborotan? Ni a los alumnos ni a los profesores les ha oído nadie un solo grito ni una sola algarada.”
Al final de la sesión el Ministro de Fomento dijo:
“…Hay un campo extenso en el cual pueden alternar y pueden concurrir con todas las demás clases de ingenieros, y en la esfera de la Administración no pueden tener de una manera tan definitiva, tan concreta su objeto; porque el Estado hace las obras públicas, los caminos, los ferrocarriles, puesto que suyos son, aunque haga concesiones de ellos; el Estado tiene minas, puesto que concesiones suyas son las que explotan los particulares; tiene montes también, y naturalmente, para los ingenieros que intervienen en trabajos de esa clase, el principio de la delimitación de su campo es un tanto más fácil y sencillo.
Pero el Estado no tiene industrias; sólo por excepción tiene las militares y en Almadén es minero. (El señor Igual: Y la Tabacalera). Pero esa no está explotada por el Estado…
Todo eso es campo en que con más propiedad pueden funcionar los ingenieros industriales; pero para todos esos esfuerzos no hace falta constituir un Cuerpo, que no respondería á las verdaderas necesidades del Estado…”
Según se desprende de la siguiente noticia, uno de los profesores más activos en este asunto debió de ser D. Juan Flores Posada: “En el mitin celebrado en el Teatro de la Comedia, el Director de la Escuela de Ingenieros Industriales, el señor Flores manifestó públicamente, apoyado por la natural ovación del auditorio, que entre sus compañeros y alumnos o la superioridad, optaba por los primeros”. Dice la Revista: “entre la actitud del señor Flores o la de otros pastores técnicos que han tomado a sus institutos como instrumentos para bienquistarse con la superioridad en toda ocasión y con todo motivo, preferimos, desde luego, la conducta del Sr. Flores”.
Quizás la siguiente nota ayude a comprender cual era la situación.
“Además, cuando estos ingenieros (industriales) y sus alumnos ingresaron en las escuelas, ya sabían que no tenían Cuerpo en el Estado y que la carrera era completamente libre. Por el contrario, los alumnos de agrónomos, caminos, minas y montes, al hacer su ingreso en la escuela respectiva, establecen un contrato con el Estado , en virtud del cual se comprometen á realizar los sacrificios necesarios para obtener el título, siempre que aquel les garantice la protección oficial establecida en los Reglamentos de esos Cuerpos. Si se modifican las condiciones de porvenir de la carrera es faltar á lo pactado.
Para aumentar el prestigio de los industriales nos parece más bien que debían tender á conquistar la industria particular, en lugar de pretender intromisiones en el Estado, pues según se desprende leyendo el preámbulo del Reglamento de la Escuela Central, ésta se creó principalmente para tratar de sustituir a los extranjeros por ingenieros nacionales del mismo modo que los ingenieros de caminos lograremos desalojarlos en las compañías de ferrocarriles”.
La revista Madrid Científico recoge opiniones tanto de los Ingenieros de caminos como de los industriales y de todas las ramas de la ingeniería civil. Esta revista no es específica de ninguna de ellas, como lo es por ejemplo la Revista de Ingeniería Industrial o la revista DYNA, que aparecieron años después. He aquí lo que pensaban los estudiantes de Caminos:
“No tienen que dudar un solo momento los Ingenieros Industriales que ya hace algún tiempo hubiéramos aceptado la polémica que ellos plantean si, al concederles beligerancia, no hubiéramos tenido que descender á un terreno que consideramos adecuado únicamente a quienes, desconfiando de obtener mercedes por vía legal, optan por involucrar las cosas y crean en torno de la opinión una atmósfera provechosa a la consecución de sus logros.
Efectivamente, desde hace tiempo se viene publicando en algunos periódicos, afectos á no dudar á los Ingenieros Industriales, violentos artículos, en los que se trata de hacer patente una continuada situación de sacrificios y vejaciones y una falta de protección oficial á quienes, por su carácter y reglamentos, ni pensaron en ello al ingresar en las Escuelas, ni han sido preparados para tal objeto.
Nosotros no creemos oportuno exponer aquí detalladamente todas las razones de peso que podemos alegar en contra de las pretensiones de los citados Ingenieros, y que ya han sido elevadas al señor ministro de Fomento y al Instituto de Ingenieros Civiles, que son los que eficazmente habrán de intervenir en este debate.
Sin embargo, no estará de más aclarar algunos puntos capitales, y que consideramos de importancia para poder formular un juicio definitivo.
Si el Estado considera necesaria (que creemos que no) la intervención oficial de los Ingenieros Industriales, estimamos deben salir éstos de una Escuela Especial, única, constituida con este fin y en circunstancias semejantes á las ya existentes.
A esto no podríamos oponernos; pero sí formulamos nuestra más enérgica protesta á que por vía de imposición, y sin dejar de sentir semejante necesidad, se quiera romper un dique é invadir campos ajenos por quienes no saben ó no pueden hacer aplicación de sus conocimientos á la industria particular.
Es indudable que los ingenieros industriales no pueden llamarse á engaño al considerar el porvenir que les ofrece su carrera en un estado general de crisis, porque para la nación es la única causa del escaso desarrollo que en la actualidad alcanza, no ya la industria particular, sino todas las fuentes de riqueza.
A cambio de esto, nuestras aspiraciones al ingresar en la Escuela quedarán, sin duda, defraudadas, en caso de realizarse las injustas pretensiones de aquellos ingenieros, salidos muchos de ellos de Escuelas regionales.
Se dice, además, en un suelto ayer, que nosotros no podemos disfrutar una plantilla con más derechos que ellos, y creemos bien demostrado lo contrario.
Nos parece, por otra parte, que ha llegado el momento oportuno de quitar la máscara con que tan repetidamente, en sus escritos, vienen cubriéndose al presentar sus demandas como único medio de llegar al florecimiento y riqueza de la industria, al engrandecimiento de la nación.
Esto sí que realmente tiene mucha gracia é incita á la risa; creemos que no merece la pena de refutar tamaño absurdo.
Por último, se dice: “Nosotros no atentamos á derechos conocidos, sino contra los que condicionalmente, y por falta de otros á quienes directamente correspondían, se les concedieron, y que los hoy existentes deben ejercerlos”.
Perfectamente, estamos de acuerdo, y en su virtud, las plazas que hoy ocupan algunos industriales en las Divisiones de ferrocarriles, deben volver á ser desempeñadas por individuos del Cuerpo de Caminos, pues aquéllos entraron á tomar posesión de tales cargos provisionalmente, por falta de personal de este último Cuerpo.
Y nada más, que creemos es bastante, y procuren ser menos impetuosos y no despojarnos en la calle, que no es sitio muy propio.”
Una Comisión de Alumnos de la Escuela de Caminos.
El siguiente texto es muy interesante, sobre todo el discurso del señor Valenciano:
“…se celebró en “La Huerta” el banquete con que las Asociaciones de Ingenieros Agrónomos, de Caminos, Minas y Montes, festejaban á sus presidentes por haberse opuesto á las pretensiones de los Ingenieros Industriales. Los comensales fueron cerca de 300. Ocupaban la mesa presidencial los presidentes de las Asociaciones citadas, Sres. Marqués de Alonso Martínez, Mendizábal, Villares Amor, y D. Ricardo Codorniú.”
(He aquí algunas de las intervenciones más representativas):
El señor González Llana:
“…en las bases presentadas por los Ingenieros Industriales yo no he visto más que la exaltación de la función inspectora que si fatalmente impuesta á todos los Cuerpos en razón a obligaciones ineludibles del Estado, ha de mirarse con el respeto que evoca siempre el deber, jamás podrá despertar el entusiasmo que evoca el ideal. Y ¿qué decir de pretender considerar como base de especialidad, la Mecánica, la Electricidad y la Química, por igual estudiadas y conocidas en todos los Cuerpos y, si acaso, ved qué singular paradoja, cabe hacer excepción, es sólo para muchos de los que las pretenden con mejor derecho, puesto que no podemos olvidar que las Escuelas de Ingenieros Industriales estuvieron subdivididas en especialidades que atendían solamente á una de estas grandes ramificaciones de la ciencia?”
La del señor Valenciano es muy crítica:
“…Por fortuna para nosotros y honrando las dos más importantes regiones de nuestra patria, existían y existen las Escuelas de Ingenieros Industriales de Barcelona y Bilbao, para cuyo establecimiento y mantenimiento han bastado, puede decirse, las iniciativas y recursos regionales y locales.
Sin razón alguna que la abonase fue creada por el Estado la Escuela Central de Ingenieros Industriales de Madrid, quedó establecido que serviría de norma á las demás y, desgraciadamente, lejos de tomarse como modelo las Escuelas técnicas del extranjero del tipo alemán, se recogió todo lo malo y mandado retirar de las enseñanzas de nuestras Escuelas especiales. Amplios e indigestos estudios matemáticos, largas y fatigosísimas clases orales, muchísima labor sobre los encerados y poca en los laboratorios, y sobre la realidad en general y la injustificada ambición de querer comprender dentro de una sola carrera de ingeniero industrial todas las especialidades industriales, han creado un tipo de ingeniero industrial poco en armonía con las necesidades actuales, que no está en condiciones apropiadas para despertar ni para acompañar la iniciativa particular en las infinitas industrias que por su título son de su especialidad. De esto se deriva la crisis actual que con atención seguimos, que todos lamentamos y que no se habría producido sin la innecesaria y perturbadora acción del Estado, en relación con las enseñanzas técnicas industriales, creando un modelo como la Escuela Central de Ingenieros Industriales.
Sintiendo los Ingenieros Industriales dicha crisis, desconfiando del porvenir los alumnos de sus Escuelas, influenciados los de Madrid por un ambiente burocrático y anti- industrial, natural es que estos hayan vuelto los ojos al Estado-Providencia pidiendo funciones que justifiquen colocaciones oficiales.
…al criticar como lo he hecho las enseñanzas técnicas industriales dirigidas por el Estado, no he querido decir que las enseñanzas de nuestras Escuelas especiales de Minas, Montes, Agrónomos y Caminos carezcan de todo defecto. Mucho, muchísimo hay que hacer para mejorarlas, pero es indudable y es notorio que recientemente hemos evolucionado y que evolucionamos continuamente abandonando el exceso de enseñanzas teóricas, especializándolas lo más posible, ejercitando á los alumnos en los más variados trabajos especiales dentro de nuestros laboratorios y en obras y trabajos en ejecución, procurando con todo hacer antes Ingenieros prácticos, hombres de acción, que Doctores. Por otra parte, educamos á nuestros alumnos despertando en ellos, de la manera más intensa y por todos los medios, el sentimiento de que sólo las iniciativas y energías individuales son la base de toda prosperidad y de todo progreso y demostrándoles, de la manera más amplia, que el deseo de vestir como Ingenieros una librea cualquiera del Estado es el más pequeño de todos los ideales; es un ideal de fracasados.”
Como conclusión, podemos decir que el conflicto nos recuerda al que surge entre el hermano mayor y el pequeño cuando éste deja de ser un niño y pide sus derechos. Aunque los industriales tienen razón en sus reclamaciones, los Ingenieros de Caminos aciertan cuando les critican su tendencia hacia la Administración. Es cierto que la Ingeniería Industrial debe ser principalmente privada, mientras que las infraestructuras las planifica principalmente el Ministerio. Sólo ha habido un período en la Historia de España en el que el Estado ha sido la locomotora de la industria: los primeros años del INI, bajo la presidencia de D. Juan Antonio Suanzes Fernández . En aquel momento estuvo justificada la actividad del Estado porque las inversiones que se precisaban eran muy superiores a las posibilidades de los empresarios privados. Faltaban medios de financiación a largo plazo para proyectos de rentabilidad baja y arriesgada. Además, la situación de posguerra requería medidas rápidas y decididas, que los empresarios españoles no tomaban.
Dentro de España, las dos regiones que tradicionalmente se han destacado por su industria han sido Cataluña y el País Vasco. Es interesante señalar el siguiente dato: ambas regiones han contado desde antiguo con una Escuela de Ingenieros Industriales, (1857 y 1899) pero no con una Escuela de Caminos: la Escuela de Caminos de Barcelona es de 1973 y la del País Vasco, simplemente no existe. Son dos las razones que pueden ayudar a comprender este hecho:
- Se precisa un número de Ingenieros de Caminos muy inferior al de Industriales, pues su actividad está ligada fundamentalmente al Estado. Por lo tanto es compresible que haya pocas Escuelas de Caminos y que estén cerca del Ministerio de Obras Públicas. Actualmente hay 23 Escuelas de Industriales, y sólo 6 de Caminos.
- Las ciudades que tienen mentalidad comercial y espíritu emprendedor dedican sus esfuerzos a la industria antes que a la construcción. Desgraciadamente, Madrid no era de estas ciudades en 1850. Aquí las vocaciones técnicas que surgían se encaminaban hacia las Escuelas de Caminos, de Montes, Minas o Agricultura, donde su colocación posterior estaba asegurada dentro del Ministerio correspondiente. En Madrid, la actividad fabril no era de gran importancia cuando se creó la Escuela, en 1850. Por esta razón, el Gobierno no consideró como una pérdida importante el que se cerrara en 1867. Sin embargo, cuando la ley Moyano de 1857 establece que deben ser los ayuntamientos y diputaciones los que sostengan sus escuelas de ingenieros, la única que subsiste es la de Barcelona. Allí la Diputación sabe lo importante que es la técnica, y el dinero que genera. Los empresarios no sólo apoyan la Escuela sino que esperan con ansiedad que acaben ingenieros y que pasen a formar parte de sus plantillas.
En 1912 don Emilio Colomina Raduán sustituyó a don Juan Flores Posada en la Dirección de la Escuela.