JUAN USABIAGA LASQUÍBAR
Juan Usabiaga Lasquíbar (1879 – 1953) nace el 15 de noviembre de 1879 en San Sebastián en la Plaza de la Guipúzcoa. Su padre, Ramón, tenía una farmacia en la calle Idiáquez, que aún perdura. Cursa la carrera de Ingeniero Industrial en Barcelona, promoción de 1900. Joven estudioso, aborda y finaliza también la carrera de Ciencias Exactas. Aún le queda tiempo para realizar algún curso de Farmacia, siguiendo con la tradición familiar.
Su vida es una sucesión frenética de acontecimientos. Marcha a trabajar un año a Suiza. Regresa a San Sebastián y trabaja en Papelera Española de Rentería. Posteriormente cambia a Electra de San Sebastián. Marcha a Santander, a Electra del Viesgo, donde realiza el proyecto del salto de agua de los Picos de Europa. Finalmente decide independizarse y monta en Villafranca de Oria una fábrica de tornillos y remaches donde es nombrado alcalde.
Pensando en la educación de sus hijos, se traslada a Madrid y gana por oposición la Cátedra de Ferrocarriles en la Escuela de Ingenieros Industriales de Madrid, donde llega a ser Director en 1931 con la llegada de la República.
Estando en Madrid comienza su aventura política. Tiene ideas republicanas y se gana la confianza de Alejandro Lerroux. En 1933 le nombran director de la Fábrica de Moneda y Timbre. En 1934 presidente del Instituto Nacional de Previsión y director general de Enseñanza Profesional y Técnica. En 1935 es nombrado Ministro de Agricultura, Industria y Comercio, con Alejandro Lerroux de Presidente del Gobierno. Es coautor del Decreto de 18 de Septiembre de 1935 sobre Atribuciones de los Ingenieros Industriales.
En junio de 1936, cansado del torbellino fascinante de su vida, deja la Cátedra de la Escuela y se retira a San Sebastián. Su mujer había ido perdiendo la vista progresivamente. La Guerra Civil altera sus ansias bien merecidas de tranquilidad. Su hijo muere en combate de aviación. Asiste como Consejero a la defunción del periódico easonense “La Voz de Guipúzcoa”, del que su padre fue fundador y segundo presidente.
Su vida social se oscurece voluntariamente. Fallece el 16 de junio de 1953 en Zaragoza, en casa de su hija, a los setenta y cuatro años de edad. Sus restos se trasladan a San Sebastián, donde son recibidos en olor de multitudes.
Juan Usabiaga constituye una figura atrayente, prodigiosa. Admira su capacidad acrobática para saltar de la fabricación del papel a la electricidad o a la tornillería. Cuando decide ir a vivir a Madrid, tras su paso por San Sebastián, Santander y Villafranca de Oria, prepara la Cátedra de Ferrocarriles, materia que no guarda la menor relación con su trayectoria anterior.
Viendo tal frenesí, y tan corta permanencia por allá donde pisaba, sus paisanos guipuzcoanos le pusieron el acertadísimo nombre de “Tximista”, el rayo, que llega de súbito, con gran aparato, descarga con estrépito y se va con la misma ligereza que había llegado.
“Tximista” Usabiaga fue un hombre listo, estudioso, impulsivo, repentizador, decidido. Hablaba tan deprisa que los taquígrafos del Congreso lo pasaban mal para recoger sus intervenciones. Sin embargo, al retirarse, acreditó una enorme paciencia. Servía de lazarillo, con amor y solicitud, a su mujer casi ciega. Enseñaba Humanidades a sus nietos. Le gustaba mucho permanecer en casa. Deleitaba con su grata conversación. Era famosa su tertulia en su casa donostiarra de la Plaza de la Sala, con unas vistas maravillosas al puerto y a la Bahía de la Concha. Usabiaga tenía encanto, poseía una gran cultura. Era un espíritu mordaz, crítico, sardónico, y con un talante democrático de primera magnitud. Disfrutaba de una memoria fuera de serie. Como buen vasco, era un excelente gastrónomo. Supo adaptarse, con acierto y tino, a los mandatos imperiosos de la biología y de la edad.