ERNESTO LA PORTE SAENZ
Nació don Ernesto el 27 de Julio de 1905, en Madrid. Su ascendencia es mitad francesa, mitad española, pues su padre era hijo de un francés y una española, mientras que su madre lo fue de un español y una francesa.
Don Ernesto comenzó a preparar el ingreso en la academia que tenía don Manuel Soto en la calle de la Bolsa, que por aquella época era la mejor de Madrid. Posteriormente cambió a la Academia Navarrete, que no estaba tan masificada. Después de aprobar los exámenes de ingreso, comenzó la carrera de Ingeniero Industrial en la Escuela de Madrid en 1923, donde permaneció hasta 1929.
La promoción de 1929 ha sido famosa por varias razones. Fue la promoción de Pilar Careaga, y la de José María de Oriol. Recuerda el señor La Porte que a la vez que Pilar Careaga asistía otra chica a clase con ellos, María Teresa Usabiaga, la hija de Juan Usabiaga, y que de haber terminado la carrera habría sido la primera mujer Ingeniero Industrial junto con Dª.Pilar Careaga.
Su vida profesional comenzó a la par que sus estudios de ingeniería, pues también en 1923 empezó a trabajar en la Compañía de Ferrocarriles del Norte de España, como agregado técnico. La pasión de los La Porte por los ferrocarriles no comienza ni termina con nuestro protagonista. Su padre ya trabajó en el ferrocarril de Bilbao a Miranda de Ebro, y actualmente un miembro de la familia trabaja en el AVE, resolviendo los problemas técnicos de la catenaria.
En 1929 el señor La Porte fue elegido para regentar el stand que la Compañía del Norte había instalado en la Exposición Universal de Barcelona.
Cuando comenzó la Guerra Civil, la familia La Porte ya contaba con 4 hijos. En esta situación, el cabeza de familia fue requerido para acudir a Ciudad Real y resolver un problema técnico de ferrocarriles. Desconcertado por tener que abandonar a su familia, recibió la ayuda de Saturnino Calleja, un familiar del conocido escritor de “los cuentos de Calleja”. Saturnino le ofreció refugiarse en la Embajada de México, que se encontraba en un hotel, y en la que se aglutinaban más de 900 personas. Antes de poder entrar en la embajada mejicana, el señor La Porte tenía que nacionalizarse español, pues aunque había vivido siempre en Madrid, oficialmente, era francés. Así pues, acudió a un juzgado de Chamartín con dos testigos, ambos ingenieros y buenos amigos, que acreditaron su testimonio.
Durante el tiempo que permaneció el señor La Porte en la Embajada de Méjico su familia hizo gestiones en la embajada francesa con el fin de trasladar a toda la familia a Francia. Estos intentos habrían sido fallidos si no hubiera sido por la colaboración de un funcionario de la embajada, Monsieur Dussaillant, que al oír por casualidad el apellido La Porte, acudió en ayuda de la familia porque había sido muy amigo del padre de Don Ernesto.
Cuando las mujeres de la embajada de Méjico supieron que Don Ernesto iba a ser liberado, le prepararon rápidamente un chaleco, en cuyos interiores introdujeron cientos de direcciones de amigos y familiares a los que querían informar de su situación.
De la Embajada Mejicana pasó Don Ernesto a la Embajada Francesa. Desde aquí marchó junto con toda su familia a Alicante, donde un barco francés les condujo hasta Francia. Una vez en Francia pasaron a zona nacional, concretamente a Valladolid, que es donde se encontraba el grueso de los servicios ferroviarios. A Valladolid siguió Bilbao, Santander, Tarragona y Barcelona.
Cuando terminó la Guerra, nuestro protagonista se reincorporó a las oficinas de la Compañía del Norte. El director en la Escuela de Madrid era ya Don Manuel Soto. Don Manuel llamó un día a la compañía del Norte buscando alguien que pudiera hacerse cargo de la Cátedra de Ferrocarriles. El jefe de La Porte propuso a éste para el cargo, y Don Ernesto aceptó gustoso.
En 1941, “al mismo tiempo que Hitler invadía Rusia” empezó a formar parte oficial de la plantilla de la Escuela como Catedrático de Ferrocarriles, donde permaneció hasta el año 1975, año de su jubilación.
Al acabar un curso, tenía don Ernesto la costumbre de anotar los nombres de sus alumnos. Amablemente me ofrece esta libreta, en la que al final aparece el número exacto de todos los alumnos: 3.687. De entre todos ellos reconozco algunos nombres, entre los que destacan: D. Jaime McVeigh (promoción de Noviembre de 1943), D. Ángel Torán Tomás, por su importantísima labor Patentes Talgo; Mario Viani Pequeño (1942); Julio Calleja que fue presidente del INI, y a quien Don Ernesto animó a seguir esta carrera; Juan Antonio Antoñanzas, que también fue presidente del INI; así como muchísimos otros.
Un aspecto que destaca el señor La Porte es la buena relación que existía con las Escuelas de Bilbao y Barcelona. De Barcelona recuerda al Catedrático de Ferrocarriles D. Emilio Fortuny, ingeniero de la Maquinista Terrestre y Marítima, y posteriormente de Pegaso. El catedrático de ferrocarriles en Bilbao era D. Fernando Serrano, que fue director de Altos Hornos de Vizcaya, y con quien también tenía muy buenas relaciones.
Otra empresa en la que prestó sus servicios don Ernesto fue la Fábrica Electrotécnica Chamartín, de Francisco Benito Delgado. Esta sociedad se dedicaba a las instalaciones eléctricas y a la fabricación de material eléctrico. Su director-fundador era un hombre muy activo, que tomó la ola de las instalaciones, y llegó a tener 3000 empleados. Don Francisco Benito Delgado dio mucho dinero a la Escuela para que se montara el primer laboratorio de Electrónica, siendo catedrático de esta asignatura, D. Antonio Colino. El encargado de llevar la habilitación de la Escuela era por entonces el señor La Porte, y por esta razón mantenía contactos con Benito Delgado. Tanto fue así, que en 1954 quiso contratarle.
En 1954 el señor La Porte se encontraba trabajando en la RENFE. Dentro de la RENFE ocupó diferentes puestos: Ingeniero de Tracción, Ingeniero del Departamento Eléctrico, y finalmente Director de Compras y también Director Adjunto.
Cuando en 1954 su jefe se enteró de la posible marcha, habló con él para disuadirle, confiando en que podría conseguir un aumento de sueldo para el ingeniero, y así hacerle desistir de sus intenciones. En este punto le preguntó: “¿a ver, cuánto le va a pagar Benito Delgado?”. – 250.000 Pts al año, respondió.
Ese dinero no lo ganaba, ni de lejos, el jefe de La Porte, y por lo tanto, comprendió que pidiera la excedencia por un período de 5 años. Este era el máximo tiempo que se podía estar fuera de la RENFE, y por lo tanto, en 1959 el señor La Porte tenía que decidirse entre la empresa privada o la pública.
En 1959 la situación en Benito Delgado no era de las mejores. Empezaban a notarse las consecuencias de un crecimiento demasiado rápido y la presencia de compañías extranjeras, una vez que España comenzaba a reestablecer las relaciones internacionales. Así las cosas, don Ernesto pidió otros cinco años más de excedencia. Era consciente de que esto no estaba permitido, pero como seguía ligado al ferrocarril a través de sus enseñanzas en la Escuela, le fue concedido un nuevo período que terminó en 1964.
Cuando Ernesto La Porte ingresó en Benito Delgado en 1954, la compañía estaba formada por 700 trabajadores, y cuando la dejó en 1964 la cifra había subido a 3000.
Para terminar con esta biografía me gustaría añadir que el señor La Porte es un representante claro de los antiguos ingenieros: elegancia en el hablar, caballerosidad y amabilidad
