EL CENTENARIO DE LA CARRERA

En 1952 se celebró en la Escuela de Madrid, con dos años de retraso, el centenario de la carrera. Con este motivo se organizó una exposición dentro de la Escuela en la que numerosos stands mostraban los productos de sus empresas. También contaba la exposición con dos de los grandes avances de la técnica española: el tren Talgo y el magnífico automóvil Pegasito. El éxito de la exposición fue rotundo, y en el ambiente se notaba madurez. La Escuela había encontrado su sitio, dejando atrás aquellos comienzos inciertos de los primeros años del siglo XX.

En la revista DYNA están recogidos todos los discursos pronunciados por las autoridades asistentes: señores Artigas y Soto, D. Damián Aragonés (Director de la Escuela de Barcelona), Sr. Girón de Velasco…

El acto de clausura estuvo presidido por Franco. En la foto se observa una imagen del momento (Tomada del NO-DO). Soto observa atento a la izquierda de Franco. Del discurso de Franco extraemos el siguiente fragmento:

“…¿Estamos o no estamos satisfechos del progreso y del adelanto de nuestra industria en este tiempo? Yo podría contestaros que España está satisfecha de sus Ingenieros industriales, pero que no lo está del progreso industrial de esta etapa. Y por eso necesitamos analizar las causas por las que…no llegamos a figurar en los primeros planos del adelanto industrial de las naciones.
No examinando nuestros éxitos, sino precisamente
nuestros defectos, es como podremos conseguir recuperar aquel tiempo perdido y colocarnos en línea con las naciones más adelantadas.

…Sólo cuando ocurre la conjunción de figuras señeras de nuestra ingeniería y del capital, surgen nuevas fuentes de riqueza, como pasó en Bilbao, en Asturias, en Cataluña, en Levante, y en alguna que otra región española.

…Durante aquel tiempo, España vio en escala bien modesta cómo la iniciativa privada emprendía las tareas industriales que le ofrecían un gran provecho, pero los grandes problemas de la Patria, las grandes inquietudes de la nación, las materias primas, tantos y tantos problemas que estaban llamando la atención del Estado, aquello quedaba desarbolado ante esta idea, ante este mito, que llega hasta nuestros días, de que el Estado no tiene que hacer nada, que el Estado tiene que ser indiferente, que la iniciativa privada de los particulares es la que ha de resolverle los problemas al Estado. Y yo digo:

Sí, se los resolverá, pero los provechosos, los grandemente provechosos; mas no los que no lo sean. ¿O es que iban a hacer una obra pía contra sus bolsillos o intereses? No seamos locos ni ilusos. Cuanto se necesita para el bien general, cuanto supere al interés privado y cuando los problemas no son pequeños, tiene que ser el Estado el que valla a ello con valentía, porque el Estado no es esa entelequia sin vida que algunos creen; el Estado sois vosotros mismos, son vuestros hijos, nuestros obreros, nuestra economía, las sociedades en que vivimos.

…El progreso industrial no es para nosotros un capricho; es una necesidad. Las naciones pasan a industrializarse cuando sus necesidades interiores lo recaban. Hay quienes desde fuera todavía creen que nosotros propugnamos una industrialización artificial, y, sin embargo, nosotros afirmamos que llegamos con un respetable retraso a nuestra industrialización. Nuestra demografía nos impone cada día el aumento de la producción, la creación de nuevas fuente de trabajo. Nos dicen que somos un país agrícola. Todos los países han sido agrícolas antes que industriales. Y los viejos países agrícolas hace 50 años necesitaban poco de la industria, porque no lo demandaba su demografía y producían en casa todo lo que necesitaban, desde el mulo al carro y al arado romano.
Hoy la agricultura exige cada día los esfuerzos de la industria: pide tractores, máquinas agrícolas, arados modernos; exige abonos químicos. Y todo esto que antes se sustituía por lo producido en nuestra propia Patria, hoy hay que comprarlo al extranjero o producirlo en nuestra nación impulsando la industria. Ello ha constituido el primer paso de nuestra industrialización, para atender a las demandas y necesidades urgentes de nuestra economía y de nuestra agricultura, que exigen cubrir sus necesidades en progresivas etapas…”