CRÍTICAS APARECIDAS EN MADRID CIENTÍFICO CONTRA EL PRIMER PLAN DE ESTUDIOS (1902)

El primer Plan de Estudios completo que apareció en la segunda etapa de la Escuela, fue el Plan de 1902. La carrera constaba entonces de cinco años y no había especialidades. Llama la atención la importancia que tenía el Dibujo, que bajo diferentes presentaciones, se estudiaba durante todos los cursos.

A continuación, reproducimos varios artículos en los que el Director de la revista, don Augusto Krahe (fotografía), arremete contra la enseñanza en la Escuela Central de Ingenieros Industriales.

(1903-pág26):

“…Como no me duelen prendas, paso a examinar en un punto concreto la gestión ministerial del Sr. Conde de Romanones, uno de los ministros, según dicen, más conspicuos que hemos tenido en el ramo de la instrucc

“…cualquier ministro hubiera podido hacer algo de provecho en la enseñanza técnica; pero puesto en el trance quien en su vida se cuidó de menesteres científicos ni técnicos, existían grandes posibilidades de desastre. No sabemos quién metió al Conde de Romanones en el berenjenal de crear una Escuela de Ingenieros Industriales en Madrid. El hecho es que como por ensalmo, sin tener local, sin planear talleres, laboratorios, museos, ni nada, apareció en la Gaceta, se nombró director y profesores, lo mejor del cuerpo en cada especialidad, según se dijo por entonces. Ahora veremos de qué género son las eminencias que desempeñan cátedra en la escuela. Empezaré por la de Física utilizando las hojas que me he podido proporcionar del libro publicado por el profesor Bustinduy, profesor de la asignatura.”

“…Se pueden dar á dos caras páginas enteras del Ganot y frente a frente traducidas palabra por palabra, las del señor Bustinduy. Menos mal cuando hace la traducción literal, si no sigue esa marcha resultan párrafos graciosísimos, por ejemplo, al tratar de la inercia, dice el mencionado señor Ingeniero, que con examinar varios cuerpos con la vista se descubren inmediatamente las relaciones que entre ellos existen…”

 

El martillo de Krahe golpea a Bustinduy sin piedad durante muchos números. Por ejemplo, en el nº404 escribe:

“…Si es cierto que las células cerebrales ejecutan movimientos vibratorios cuando un individuo trabaja mentalmente, forzoso será admitir el más absoluto reposo en las del profesor de Física General de la Escuela de Ingenieros Industriales durante la confección ó versión de su libro…”

En el número 408, pág 103, parece que hubo alguna reacción a las declaraciones de Krahe, según cuenta él mismo:

“…Algunos profesores de la Escuela de Ingenieros Industriales, bien hallados con sus modestísimas prebendas, murmuran calladamente contra nosotros, deslizando en sus conversaciones las palabras injusticia, intereses bastardos, móviles malsanos y otras de ese jaez. Ayúdales en la labor quejumbrosa buen golpe de socios, parientes y conmilitones, y, como van constituyendo regular cuadrilla, el conjunto de quedos rumores forma ya un run-run insuficiente en verdad para ofendernos, pero bastante para molestarnos. Alguno de los familiares encuentra fácil dirigirse en tono de tragedia barata á uno de nuestros más estimados redactores, que escucha el recitado con mal disimulado regocijo. Y, a todo esto, pese á murmuraciones insidiosas y á desplantes ridículos, siguen en pie mis censuras, sin que á ninguno de esos caballeros se le haya ocurrido rectificarlas de una manera razonada.”

El editorial del número 418 (1903) es largo, pero merece la pena transcribirlo entero:

“Dos años van á cumplirse desde que esta Escuela fue creada y son ya tres los planes de enseñanza dictados para la misma, malo el primero, peor el segundo, y pésimo el último, vigente por ahora.

A falta de mejor asunto de actualidad, no creemos perdido el tiempo que destinemos á poner de manifiesto lo absurdo y disparatado del plan vigente y lo arcaico y ridículo de algunas de las disposiciones del Reglamento de aquella Escuela.

Ya en otra ocasión hubimos de demostrar la antipatía que los organizadores de la Escuela deben sentir por los estudios geométricos, y no hemos de insistir, por tanto, en este particular. Manifiéstase en cambio, en el Reglamento de 14 de Septiembre de 1902, una marcada predilección por la enseñanza del dibujo.

Nada menos que un capítulo, que abarca más de una columna de la Gaceta, se dedica á especificar el concepto y contenido de cada uno de los cinco cursos que á los alumnos se exigen, en tanto que no se dedica una letra á la explicación del contenido de las materias técnicas propiamente dichas.

Y menos mal si los autores del Reglamento hubieran tenido claro el concepto de lo que debe ser el dibujo para el Ingeniero Industrial; pero es el caso que los buenos señores, tomando el dibujo por la ingeniería, como quien toma el rábano por las hojas, han escrito una disertación amena, útil tan sólo para demostrar que se hallan tan distantes de tener una idea clara de lo que debe ser la ingeniería como de escribir con arreglo á las prescripciones de la gramática.”

Así, en el artículo 9º, después de un cumplido exordio en el que se explica la importancia del “dibujo industrial de taller”, se dice que comprenderá “ejercicios de rayado y de delineación; rayados uniformes de diverso tono y extensión; rayado de cilindros, aumentando su diámetro; rayado de conos de diferente inclinación y tamaño; rayado de diferentes superficies torales y esféricas; delineado y rayado ligero…” Y no continuamos con todos los rayados que aún faltan, pues para muestra de garbo y soltura en la redacción de un reglamento creemos que basta con lo transcrito. Cuando los señores que se sacaron de su cabeza todas estas cosas nos expliquen cómo se aumenta el diámetro de un cilindro á fuerza de hacerle rayas, lo que sean esos conos de diferente inclinación y en qué consiste el rayado pesado, ó sea el no ligero, podremos continuar la exégesis de ese artículo reglamentario.

Nosotros confesamos modestamente que no lo entendemos y sin poderlo remediar se nos viene á las mentes la donosa explicación que el ingeniero Sr. Parellada, más conocido como “Melitón González”, pone en labios del sargento López cuando explica á un recluta el mecanismo del Mausser: “El cañón del arma está rayado, pues demuestra la Mecánica que todo lo rayado alcanza más; por eso son tan largos todos los pantalones de rayadillo.”

Bromas aparte, aunque este es asunto que desgraciadamente no puede tomarse en serio, pasaremos al siguiente artículo, el cual dice así:

“El dibujo á la aguada topográfico y de reproducción, que se estudiará en el segundo año, además de su propia utilidad intrínseca, dispone al alumno para seguir con mayor provecho los cursos sucesivos”.

Después de esto de la propia utilidad intrínseca continúa:

“En el dibujo á la aguada se obtendrán acuarelas de hojas de plantas, árboles, frutas y flores; de reptiles, mamíferos y aves, y, por último, de cielos, arboledas y paisajes.”

“No se nos alcanza qué delito habrán cometido las hierbas y arbustos, peces y moluscos, ríos y lagos…para ser excluidos de la anterior enumeración. De lo que no cabe duda es que con toda esa flora, esa fauna y ese paisaje acuarelados no habrá dentro de poco quien nos meta mano en el terreno de la producción industrial. Los grandes establecimientos politécnicos de Suiza, Alemania, Francia, Inglaterra, y los Estados Unidos no han caído aún en la cuenta del auxilio inmenso que para la fabricación de máquinas de vapor, turbinas, dinamos, carriles y planchas de blindaje representa el acuarelar á la perfección una amapola o un canario; pero ya verán ustedes cómo se apresuran a copiar el sistema, sustituyendo el trabajo de laboratorio y taller por esas filigranas artísticas. Aquí, como no hay quien nos meta mano en eso de la enseñanza industrial, dedicamos la atención que se merece á la acuarela como elemento de fabricación; el que quiera convencerse de ello no tiene más que hacer una visita á la clase de dibujo de la Escuela de Ingenieros, donde podrá recrearse con profusión de cilindros y conos, pintados a fajas con toda la brillante gama de los colores del iris.”

El dibujo industrial de fabricación, es el asunto del tercer año. Después de su correspondiente discurso preliminar, el artículo 11 enumera el contenido del mismo, que no es más que el siguiente:

“Dibujo de platos, vasos y jarras de loza, porcelana y cristal (¿por qué estarán excluidos los metálicos?); de aldabones, bisagras y cerraduras artísticas; dibujo de barandillas, rejas, verjas, y puertas metálicas; faroles, lámparas y aparatos de iluminación por gas ó electricidad; dibujos de planchas y cueros estampados; idem de papeles, hules y telas pintadas; copias de azulejos, platos (¿otra vez?) y fuentes decorativas; copias de tejidos de dibujo sencillo de damascos y bracateles; dibujos de blondas randas y encajes y dibujos para bordados mecánicos”.

“Esta pulcritud y este carácter artístico y elevado se revela en todo el plan de la enseñanza ingenieril. Con decir que el dibujo de los proyectos (el de una caldera, por ejemplo), ha de ser “esmerado, completo y elegante“, estarán ustedes al cabo de la calle, y plenamente convencidos de que Janet, Gerard, Weber, Dwelsanvers-Dery, Jenkin, Thompson, Perry, Pionchon y cuantos ingenieros se han dedicado á la enseñanza técnica, son unos pigmeos comparados con los organizadores de nuestra flamante Escuela de Ingenieros.”

“Basta por hoy de rayados, acuarelas, bibelots, y peces de colores y reservemos para otro número algunos detalles no menos interesantes y amenos.”

La ironía continúa en el número 423 (pág. 339) alrededor de la asignatura “Física general con aplicaciones del lumínico”. Como se sabe, la teoría del lumínico había sido enterrada por Huygens en el siglo XVII y posteriormente por Fresnel en el siglo XVIII.

En el número 431 de Madrid Científico se reproduce un artículo del Boletín Industrial, y que dice lo siguiente:

“…Se ha organizado el cuarto año de carrera, y en lugar de anunciar las oposiciones a las cátedras que le constituyen y que no están provistas en propiedad, se nombra el profesorado siguiendo el mal camino de siempre, el de concurso a interinidad, que se convertirá en concurso á eternidad como ha sucedido muchas veces. A menos que al cabo de algún tiempo de esa interinidad, crea el Ministerio que los profesores interinos pueden pasar á serlo en propiedad, y venga el ascenso sin acordarse que había otros muchos ingenieros con mejores aptitudes para ello, y probablemente con más necesidad y deseos de trabajar.”

“Se nos dirá que “del mal, el menos”, puesto que están anunciadas las oposiciones á algunas cátedras de la Escuela; pero aun echando á un lado nuestra desconfianza respecto á la brevedad del plazo en que se efectúen esas oposiciones ¿por qué no se anuncian las de todas las cátedras no provistas en propiedad? ¿Qué delito han cometido las Físicas, general y aplicada del calor, la Topografía y Economía Política y Legislación Industrial, la Química Industrial, las Máquinas Térmicas, para estar condenadas á interinidad?”

“No sabemos, ni nos importa, si las demás Escuelas de Ingenieros de Caminos, Montes, Minas…están mejor ó tan mal organizadas como la nuestra; lo que sí sabemos, y nos importa mucho, es que en lo que á la nuestra se refiere, parece que los Ministros de Instrucción Pública se dedican á jugar con ella á los despropósitos.”

“Todo fue alegría entre nosotros cuando el Conde de Romanones creó la Escuela Central, pero hoy, los que queremos a bien la honrosa clase de Ingenieros Industriales, debemos preferir que la Escuela se cierre, á que continúe en el estado actual.”

“Y no somos nosotros de los pesimistas que creen que la carrera de Ingeniero Industrial viene á menos con gran rapidez; no, todo lo contrario; á pesar de los despropósitos de los nuestros y de los extraños, la carrera gana todo el terreno que merece, y no tardaremos mucho tiempo en ver provistos por Ingenieros Industriales los puestos mejores de Ingeniería, oficiales y particulares.”

De todas estas notas es fácil pensar que el segundo comienzo de la Escuela de Madrid no fue muy brillante. Se percibe el daño que causaron los 34 años de parón. También se aprecia una cierta prepotencia por parte de los que escriben, casi todos Ingenieros de Caminos. Hay que tener en cuenta que los Ingenieros de Caminos gozaban desde antiguo de una aureola de sabios y superhombres, formaban un selecto cuerpo que contaba entre sus filas con personalidades destacadas de la Literatura y de la Política.

Fueron ingenieros de Caminos por ejemplo, Leonardo Torres Quevedo, Juan de la Cierva, José Echegaray, Ildefonso Cerdá, o los políticos Mateo-Sagasta y Amós Salvador.

La Escuela de Caminos fue creada en 1802 por uno de los mayores ingenieros que ha tenido España: D. Agustín de Betancourt y Molina. Aunque su principal dedicación fueron las infraestructuras, no nos equivocaríamos diciendo que a la vez fue Ingeniero de Telecomunicaciones (Telégrafo óptico Madrid-Cádiz, 1789), Ingeniero Aeronáutico (lanzamiento del primer globo aerostático en España, 1783), e Ingeniero Industrial (Máquina de Vapor de doble efecto, 1790).

Agustín de Betancourt no sólo creó la Escuela de Caminos de Madrid en 1802, sino que en ella hizo escuela. Gran parte del prestigio del que gozó este centro durante muchos años se debe a él.

Cuando se reabrió la Escuela de Ingenieros Industriales de Madrid, ésta tuvo que soportar la presión que le imponía su hermana mayor, la de Caminos, que por aquella época era la única de España en su especialidad y todo le marchaba viento en popa: prestigio, tradición, trabajo, buenas academias preparatorias y selectos aspirantes. Sin embargo, en otras ciudades como Bilbao y Barcelona, las escuelas de Industriales fueron las pioneras y no soportaban este peso.

Seguramente también fue causa de las críticas el que la Escuela fuera reabierta por el Conde de Romanones, político muy controvertido.

Puede que los comienzos de la Escuela Central no fueran muy afortunados en ciertas asignaturas, pero lo que está claro es que la idea fue acertada, a pesar de las críticas. Tal y como cuenta Alonso Viguera:

“A la primera convocatoria de exámenes de ingreso en la Escuela Central restablecida, acudieron 364 aspirantes, verificándose los exámenes en la Universidad Central, cuya Secretaría de la Facultad de Ciencias hubo por el momento de encargarse de toda la labor administrativa.

La cifra de 364 candidatos a ingreso es la prueba más fehaciente de que la Escuela Central no era creación artificiosa y sin ambiente, sino real y fundada esperanza.”

Otro acierto considerable de la política del Ministro Romanones (foto inferior – fuente Wikipedia) fue el establecer en ocho horas la jornada laboral.